A pesar de que el rol lleva mucho más tiempo conmigo, cuando alguien me pregunta siempre digo que Magic: The gathering es el juego de mi vida. El juego de cartas siempre ha tenido muchos factores que me gustan, desde la estrategia intensa al aspecto competitivo, la cantidad de artículos y streams de partidas, tanto oficiales como amateur, y las contínuas renovaciones del juego junto a la narrativa que lo acompaña y las teorías, tanto del juego como de la trama, por parte de los aficionados en las redes. Todo esto me permite tanto invertir tiempo a solas creando mazos o consumiendo media en torno al juego, como invertirlo jugando contra conocidos y desconocidos. Es decir, abarca momentos sociales y de soledad por igual con cada una de sus aristas.
Como friki multieje, me muevo entre el coleccionismo juguetero, el modelismo y los juegos de mesa, y todos ellos consumen bastante tiempo, de modo que cuando alterno, dejo a los demás en pausa para volver a ellos en una temporada. Esto ha sido siempre una constante con la excepción (que veréis, no he nombrado) de los juegos de rol, los cuales nunca han tenido ese tipo de pausa de largo plazo. Si bien el juego (concreto) de mi vida es MTG, la afición sí sería el rol.
Sin embargo, durante estos últimos meses he tomado distancia del rol y me gustaría, por el placer de escribir y hablar de ello, contaros un poco del porqué ya que creo que tiene un fondo interesante y alguna reflexión suelta.